martes, 5 de junio de 2012

Perro ladrador...

Se enfada consigo mismo por no ser capaz de morder...
Hace una temporada - que dura ya demasiado- vivo enfadada con el mundo. Veo como a mi alrededor la gente no tiene ningún pudor en mentirte, en tomarte el pelo, en aprovecharse. Y lo peor de todo es la impunidad que parece que sobrevuela todos sus desmanes.
Mientras, me voy llenando de bilis ante estos comportamientos injustos y me enveneno y me sulfuro y me enervo y me enojo y me cabreo y me exalto y me rebelo y... Me callo...
En mis Mundos de Yupi me imagino plantándoles cara a todos esos estafadores. Se me ocurren mil frases ingeniosas que les dejarían sentados. Pero son fanfarronadas. No soy capaz...
Y entonces se retroalimenta mi enfado, pero en este caso contra mí misma por ser cobarde. Por imaginar tan buenas escenas, con magníficos argumentos que se quedan ahí, en mi filmoteca particular. Será que tengo demasiada educación para ponerme a su nivel a pesar de lo mal que me siento? Será que al final me sabe mal? La cuestión es que me quedó ahí, calladita, para acabar quejándome después a solas frente al espejo.
Hasta que un día me armo de valor y exploto de tal modo que nadie entiende nada... Como en el chiste del gato hidráulico.

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